10 de julio del 2016, Ironman de
Vitoria.
Nunca había hecho un triatlón, ni
súper sprint, sprint, olímpico, ni half. Fue por el 2014 cuando me
empezó a llamar la atención el Ironman, y no el triatlón, sino la
prueba Ironman. Me parecía y me parece la prueba estrella de un
deportista. No quiero decir, ni mucho menos, que si no has hecho un
Ironman no eres nadie como deportista, soy una persona humilde, sin
grandes ni medianas marcas pero la prueba de los 226kms me parece el
top. Mezcla 3 deportes totalmente contrarios entre sí, pone a prueba
tu mente, tu cuerpo, y en la que hay decenas de factores que
determinan el ser finisher o no.
Hay cientos de horas de entrenamiento,
soledad, constancia y dedicación detrás de los 226kms. Un sueño
que llevaba detrás de él 2 años y por unas causas u otras nunca
había podido llevar a cabo.
Llegamos a Vitoria temprano, iba a
hacer calor. Tenía miedo al agua, sé nadar normal pero no había
hecho ni un solo metro en otro medio que no fuese una piscina. Sabía
que si salía del agua, era finisher, lo sabía. No estaba nervioso,
estaba perfectamente entrenado para terminar, no quería tiempo,
quería ser un Ironman.
Pretendía salir casi al final de los
1000 participantes, pero me vi inmerso en mitad de pelotón tras el
pistoletazo y tras pasarme decenas y decenas de triatletas, quedaban
cientos detrás de mí, así que decido tirarme al agua y ya me
pasarían… Error.
A
los 15 metros me agobio, me agobio mucho, jamás había nadado en
mar/pantano/lago o similar y menos con cientos de personas a mi
alrededor. Saco la cabeza del agua para tranquilizarme porque estoy
aterrorizado, no puedo nadar, se me pasa por la cabeza abandonar.
Pienso en retirarme y terminar mi sueño tras no haber hecho ni 15
metros de los 226kms, no había sentido nada parecido en mi vida, la
sensación de miedo. Pienso en llamar a las piraguas que acompañan a
los triatletas, que me vengan a buscar y fin de la prueba, pero
mientras pienso todo esto, al tener la cabeza fuera del agua y estar
parado, me dan 3 tortazos que hoy en día los agradezco, me hacen
espabilar y pienso: “Nada, Alberto, mete la cabeza debajo del agua
y entra en visión túnel, nada
porque tienes a más de 400 personas que te van a pasar por encima,
literalmente”. Así lo hago, metro a metro, metro a metro, le sigo
los pies a uno, no quiero saber nada de boyas, ni de metros, ni de
ritmos, no quiero pensar, sólo seguir esos pies. Me voy
tranquilizando y completo los primeros 1900m. Segunda vuelta más de
lo mismo, me veo algo más confiado pero sigo pies a otro chico que
lleva un ritmo muy acorde al mío y por fin, salgo del agua. Voy
entre los 100 últimos, tiempo 1h 35´, no importa, sé que si no
pasa nada ajeno a mí, soy finisher, y eso que me quedan muchas
horas, pero lo sé.
Voy para las casi 7 horas en bici,
pero me encuentro bien, muy bien. Clavo los 30-31kms/h, sin gastar en
los pocos repechos que hay. Circuito rodador en los que hay varios
repechos, que si estás fuerte (no es mi caso), no hay ni que quitar
plato. 3-4 horas de bici y sigo clavando los 30km/h, voy bien, como y
bebo, está apretando el calor, son las 13:00h. Hacia las 14:00h el
calor es insoportable, bebo mucho, sales y agua, el maratón va a ser
duro. Se me empieza a empalagar algo la bici hacia el km 140 pero voy
muy muy bien, regulando y voy para las 6h, perfecto. Los últimos
40kms necesito “desconcentrarme” del reloj y de la carrera,
visualizar paisaje, mirar las bicis de otros triatletas, pensar en
otras cosas, sólo pienso en ver a Mamen, a mi padre y a Bea. Así,
km tras km, consigo llegar a Vitoria y allí estaban, recibiéndome
como si fuese un héroe, 6h 13´ de bici. Me vengo totalmente arriba,
“sólo” queda la maratón, me encuentro muy bien. Se trata de
comer, beber y cabeza. Ya lo tengo, soy casi finisher. No pierdo
tiempo en la transición y salgo a comerme Vitoria.
La
ciudad entera está volcada, miles de personas chillando, animándote
como si fueses un profesional, coincido con la última vuelta de los
profesionales. Son 4 vueltas a un circuito de 10,5k, con lo cual
vería 3 veces a Mamen, a mi padre y a Bea. Me gusta dividir las
pruebas que hago en varias partes y aquí lo tenía muy fácil, eran
4 vueltas, era verlos a ellos 4 veces. La primera media maratón la
disfruto, es increíble. El ritmo es lento pero constante. Allá por
el km25 empiezo a notar que la gasolina se acaba, no importa, es
saber gestionar, no dejar de comer y beber, y llegar a meta. Troto,
corro, ando, troto, corro, ando y llego al 31k, donde nuevamente
vuelvo a ver a Mamen pero
ya
voy completamente vacío, ya no hay más, pero da igual, lo tengo,
soy finisher. Obviamente el momento es duro, llevo 11h y pico y
aunque no estaba completamente destrozado, ya no tenía más fuerzas,
era simple, la gasolina se había acabado. No podía correr ni un
metro más. Por el km 32 me encuentro otro triatleta andando y me
pongo a hablar con él, vamos parejos de fuerzas, o sea, ninguna. Era
el gran Alberto Cuerpo, tras hablar unos minutos con él, decidimos
terminar juntos, andar hasta la meta. No olvidaré nunca esos 10kms y
la de cientos de cosas que uno es capaz de contarse, fue increíble
encontrarme con él. Tras andar y andar, llegamos al último
kilómetro y como no, decidimos a 500 metros echar a trotar. Nuestro
trote era para echarse a llorar, pero había que correr, en meta se
entra corriendo, siempre.
Allí estaba Mamen, mi padre y Bea,
esperándome. Se me saltan las lágrimas, era FINISHER del Ironman de
Vitoria, 13h 25´ y acababa de cumplir mi sueño, ser un IRONMAN.
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